El pudor de las ninfómanas

4.8.06

Katioshka

Por los pasillos de la Secundaria de aquella ciudad ardiente del pacífico norte de Costa Rica, caminaba Katioshka (con sh) haciendo arder las zarzas urgentes de mi adolescencia con un sístole-diástole en su cola que gritaba con una cadencia mulata y silenciosa: a-fri-ca, a- fri-ca; toda una grave epifanía. A pesar de que era un colegio pequeño, Katiochka ( con ch) nunca se enteró de mi existencia. Katioshka (con sh) bailaba el “bomba” como una serpiente encantada. Y yo nunca pude ni con el “perico ripiao”, ni con el “jazzeado”, como años después comprobarían con desazón las amables gevas en la estupenda noche de Santo Domingo en el “Montecristo” y hasta en la “Casa Luisa”.

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